Basílica de Nuestra Señora del Prado

La Reina de las Ermitas

La que fue denominada por el rey Felipe II “Reina de las Ermitas”, alberga una larga tradición devocional y artística. Según determinadas crónicas  y diversos autores locales el origen de la ermita estaría en un pequeño templo romano dedicado a la diosa Ceres que favorecía la fertilidad en los campos y las buenas cosechas, de culto pagano. Posteriormente, con la llegada de los visigodos y la cristianización, el rey Liuva II regaló a la ciudad la primera imagen de la Virgen y construyó un templo para albergarla y que recibiera devoción. Fueron pasando los siglos, y la antigua ermita del siglo XIII de la Virgen del Prado, que se había mantenido tal cual, fue ampliada y reestructurada considerablemente en el siglo XVI, aportándola tres naves  separadas por pilares redondos de gran tamaño y cubriéndose con artesonados de madera de clara influencia mudéjar. El toque definitivo que le dio la enormidad que posee actualmente se realizó a partir de 1649 con la participación del afamado arquitecto agustino Fray Lorenzo de San Nicolás, que diseño la capilla mayor y la grandiosa cúpula en medio del crucero. Esta parte de influencia barroca queda patente en el interior donde el templo se divide en dos espacios bien diferenciados, el renacentista y el barroco.

Una de la notas particulares de este magnífico edificio es la rica colección de azulejos de Talavera que ostenta, por la que se le ha denominado “Capilla Sixtina” de la cerámica, también en palabras de Felipe II. Por consiguiente, a lo largo de todos sus paneles exteriores e interiores se pueden contemplar todo un recorrido por la historia de la cerámica talaverana. En el pórtico principal vemos un friso con escenas muy bellas de Adán y Eva, San Antonio Abad con los animales, el Descendimiento, la Piedad, el entierro de Cristo o el desfile  de los soldados de Cristo y las mártires ante Jesús  protagonizada por la figura del emperador Carlos V arrodillado, o los personajes superiores de la genealogía  de Jesús y otras iconografías santuales.

También en el interior, a ambos lados del templo nuevas escenas e ilustraciones de azulejería del siglo XVI, XVIII y XX: la Virgen del Prado, imágenes de la vida de San Antonio Abad, procedentes de la ermita  del mismo nombre, retablo de San Cristóbal, y muchos ejemplos más. Además se puede apreciar una pieza de gran interés arqueológico que se encuentra adosada en el muro izquierdo: se trata  de una lápida  funeraria dedicada a un semidesconocido llamado Litorio que murió en el años 510 d.C.; es de las pocas pruebas epigráficas paleocristianas de la época visigoda encontradas en la ciudad. Frente a ella otra tapa  sepulcral de un clérigo del siglo XV cuyo rostro y manos, según cuenta la leyenda, tocan las muchachas solteras para conseguir novio. Los diferentes capítulos que en la nave sur cuentan la Vida de la Virgen, de Jesús, y varias imágenes de santos bastante conocidos como San Andrés, San Sebastián, Santa Lucia, San Vicente, San Cristóbal, y muchos más. También en la nave norte apreciamos toda una serie de personajes que representan la Genealogía de la vida de Jesús, según el Evangelio de San Mateo, y más episodios del citado San Antón. Dignos de mencionar y admirar son los dos púlpitos de cerámica, uno original del siglo XVI y otro de mediados del XX que imita los diseños renacentistas de la cerámica Talavera, obra del maestro Ruiz de Luna.

En el crucero destaca sobre manera el impresionante retablo de azulejería de San Antonio. Podemos decir sin menospreciar que es una de las obras más importantes de los pintores de alfares de la Talavera del XVI.

El retablo mayor que alberga la imagen de la Virgen del Prado, verdadero centro icónico del templo, se construyó en 1854, con un diseño neoclásico tardío flaqueando el camarín y hornacina de la Virgen con dos pares de columnas, flanqueadas por ángeles orando y el Espíritu Santo en forma de paloma; las figuras de San Joaquín y Santa Ana  acompañan al conjunto en los laterales.

En el camarín de la Virgen, al que se accede desde la hermosa sacristía, tenemos una magnífica cúpula decorada con pinturas de 1913 realizadas, como no, por el decorador Ruiz de Luna. Desde aquí se puede observar de cerca el manto de la patrona de la ciudad, objeto venerado por los talaveranos en diferentes momentos del año. También en las sacristías encontramos una interesante colección de azulejería del siglo XVIII con pasajes bíblicos y alegorías marianas.

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Los Jardines del Prado

La Fuente de las Ranas y la Plaza del Laurel

Si hay un lugar en Talavera que reúna a partes iguales devoción religiosa, esparcimiento, ocio y belleza natural, es sin duda los Jardines del Prado. Antiguo terreno entre la villa y el santuario mariano de Nuestra Señora del Prado, fue reconvertido desde finales del siglo XVIII en un área con arboleda ordenada, que junto con la frondosa alameda que existía en los jardines adyacentes, junto al Tajo, constituían  un verdadero reclamo para el aprovechamiento ocioso y el disfrute de los talaveranos. El entonces llamado “Parque de Alfonso XIII” fue objeto en 1924 de la instalación de una fuente monumental diseñada por Francisco Arroyo y ejecutada en los talleres Ruiz de Luna, conocida como Fuente de las Ranas, cuya recreación podemos ver en la actualidad realizada en el 2004, y que sirve de recepción al visitante que entra desde los imponentes arcos del prado. Después en 1926 se organizaron el resto de los jardines siguiendo un diseño de jardín de influencia francesa pero con elementos constructivos (pilares, pérgolas, bancos corridos, maceteros, estanques, etc.) donde la cerámica estuviese presente por doquier, además de influencia árabe. El templete de la música, reformado hace unos años, es el otro centro de atención y disfrute dentro del parque por el gran uso que se hace de él por parte de la Banda Municipal y la gran afición que existe entre los talaveranos a la música. Destacan por su belleza y cromatismo el Estanque de los Patos, realizado en cerámica de Talavera, el pequeño edificio de los urinarios públicos conocido como “La Mezquita”, de estilo neomorisco, y el resto del mobiliario urbano del parque, realizado también en cerámica tradicional. La parte más oriental del conjunto de los jardines guarda un yacimiento arqueológico con restos romanos, árabes y medievales, que en la actualidad está cubierto para su mejor conservación.

La plaza del Laurel se nos presenta con su impresionante tamaño, rememorando el primer centenario de la famosa Batalla de Talavera, acontecida en el año 1809, durante la contienda nacional de la Guerra de la Independencia.

Los amplios paseos conducen inevitablemente hasta la Basílica del Prado y la Plaza de Toros “La Caprichosa”. Para los amantes del festejo taurino es obligado acercarse a esta meca del toreo, recordada tristemente por la muerte del famoso José Gómez Gallito “Joselito”, el 16 de mayo de 1920, cuyo busto  en bronce podemos ver en el paseo central de los Jardines, muy cerca del de otro torero destacado nacido en la ciudad, Morenito de Talavera. Este acontecimiento marco sobremanera al ruedo talaverano, que desde entonces fue objetivo directo de la prensa del momento. En una época de gran afición, Talavera jugó un gran papel como centro taurino dada su larga tradición cultural vinculada al toro y a su mundo. La antigua plaza y hospital para pobres y transeúntes patrocinado por la Ermita del Prado, fue convertida en Plaza de Toros, inaugurada en las ferias de septiembre de 1890, con un estilo historicista propio de los cosos taurinos del siglo XIX. Su completa construcción se concluyó en 1958 terminando los palcos superiores. Dispone de un gran graderío, corrales y dependencias complementarias.

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